viernes, 31 de agosto de 2012

La Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador

El siguiente artículo se publicó en la revista ecuatoriana bimestral «Emprendedores» en su edición #51.


La Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador [1]


Mucho hemos escuchado decir que la Historia es importante, que se debe conocerla, estudiarla, amarla… Sin embargo, con pena vemos como cada vez más este saber es descuidado. En los programas de estudio de educación secundaria no se le da un lugar importante e incluso estuvo amenazado con desaparecer definitivamente. En cuanto a los centros de educación superior, pocos son los que ofrecen la carrera de Historia, y menor aún es el número de personas que se interesan en seguir esta carrera. Ni qué decir, entonces, del poco interés que la mayoría de personas le brindan en la vida cotidiana: los ignorantes históricos abundan, sobre todo en las generaciones más nuevas.

Sin embargo, pese a tantas quejas, sobre todo por parte de los círculos académicos e intelectuales, raramente aparecen iniciativas concretas para revertir esta realidad. Por eso, para no ser cómplices de tan deplorada inacción, un grupo de jóvenes, al que represento, ha querido contribuir a la difusión de la Historia, especialmente la de nuestra Patria, y con este fin constituyó la Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador (SEHE). Y ya que lo más agradable de la historia, por su amenidad, suelen ser las anécdotas, voy a relatar cómo nació nuestra "pequeña Sociedad", como me gusta llamarla, no por menospreciarla, sino por el cariño que quienes engendran guardan para con sus obras más preciadas:

Me encontraba cursando el último año de colegio en el célebre "San Gabriel" de los padres jesuitas en la ciudad de Quito, contaba apenas con 17 años, cuando conocí al ya desaparecido y llorado doctor Manuel de Guzmán Polanco, entonces director de la Academia Nacional de Historia del Ecuador (ANHE). Era el año 2006, los gabrielinos nos encontrábamos alborozados con los festejos por los cien años del milagro de la Virgen Dolorosa, acecido en 1906 en pleno régimen liberal, perseguidor de la Iglesia y enemigo de la educación católica. El padre rector, José Ribas, me había honrado inmerecidamente designándome, en representación de los alumnos, miembro de la "Comisión del Centenario", encargada de organizar los actos conmemorativos del referido Prodigio y conformada por jesuitas y ex alumnos del Colegio.

Curiosamente, el doctor Manuel de Guzmán, en aquel momento, junto con tres compañeros más, era uno de los ex alumnos de mayor antigüedad (promoción 1933) y yo pertenecía a la última, la más joven… ni siquiera me había graduado. Pero como los lazos que se tejen en el Colegio son tan fuertes, a pesar de la gran diferencia generacional, trabamos amistad enseguida. Si bien teníamos en común el haber pasado por las aulas de este tradicional Colegio, próximo a cumplir 150 años en septiembre de este año 2012, nos unía también una pasión, que en mi apenas germinaba y en él había ya producido abundantes frutos durante su larga vida, aquella misma que, 400 años antes de Cristo, había hecho prisionero a Heródoto: la Historia.

Con aquella amistad surgió también una feliz idea, hacer un grupo de jóvenes interesados en la Historia que tuviera participación activa en la Academia Nacional de Historia, que si bien, poblada estaba de sabios le hacía falta una "inyección de dinamismo juvenil" a decir de su director, el doctor De Guzmán. Sin embargo, por diversos motivos se retrasó este proyecto. Tuvieron que pasar todavía tres años para que finalmente se concretara. Así en el año 2009, luego de conversar con el doctor De Guzmán en su oficina, ya en la nueva sede de la Academia, en el restaurado edificio denominado "Casa Alhambra" por sus formas algo arabescas que evocan al célebre palacio granadino, me impuse la tarea de seleccionar con seriedad a los posibles candidatos para el grupo que iba a conformarse y de invitarlos a una reunión para hacerles la propuesta.

En agosto de ese mismo año, en que se conmemoraba el primer centenario de vida de la Academia Nacional de Historia, fundada en 1909 por el obispo Federico González Suárez con un grupo de jóvenes intelectuales, nació la Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador, con un nombre muy parecido al primitivo de la actual Academia, que nació como "Sociedad de Estudios Históricos Americanos". Cinco jóvenes universitarios fuimos los primeros miembros y fundadores, Diego Villamar Dávila, Ahmed Deidán de la Torre, José Luis Castro, Esteban Crespo y, quien ahora les ofrece estas líneas, Daniel López Garzón.

Conformado este primer grupo, acudimos a nuestro viejo amigo y maestro, el doctor Marco Lara Guzmán, abogado, periodista, historiador y catedrático para que nos orientara en los pasos legales a seguir para la erección de nuestra Sociedad. Luego se invitó a otros jóvenes a integrarse al grupo, David Núñez, Santiago Salas, Christian Castañeda, André Santos, David Egas Yerovi, Pablo Meriguet, Germán López, Isaac Vásquez, Francisco Núñez y Diego Ortiz.

Pero, acabado el año 2009 se terminó también la fructífera vida del doctor Manuel de Guzmán. Meses antes había sido elegido para reemplazarle en la dirección de la Academia el intelectual y destacado hombre público, doctor Juan Cordero Íñiguez. El 8 de enero del 2010 nos presentamos ante él y desde el primer momento el doctor Cordero nos acogió sin reservas y con mucho optimismo. El 26 de agosto de ese mismo año éramos recibidos con una ceremonia solemne en la Academia como entidad adscrita a la misma, no sin antes vencer innumerables obstáculos como el recelo y hasta cierto desdén que algunos académicos mostraron hacia nuestras jóvenes e inexpertas personas. Si bien De Guzmán dio el primer impulso al grupo, Cordero ha sido quien más ha contribuido con el desarrollo de la SEHE. Para él toda nuestra gratitud.

Hemos organizado conferencias y debates con la participación de connotados historiadores, dirigidas especialmente a los jóvenes, con temas coyunturales como el aniversario de la muerte del presidente Gabriel García Moreno, el sesquicentenario de la Batalla de Guayaquil, recientemente hicimos un acto conmemorativo del arrastre de Alfaro, que como siempre tuvo una nutrida concurrencia, entre otros…

Los pasos para conseguir nuestro objetivos, entre ellos quizá el más importante, el que los jóvenes se acerquen a la Historia y a través de Ella amen más a nuestra Nación Ecuatoriana, son lentos pero seguros. Ahora buscamos fortalecer las Sociedad de Estudios Históricos fuera de Quito, a través de los Centros Provinciales Correspondientes y de integrar a otros jóvenes con el mismo ideal; recientemente hemos incorporado dos nuevos miembros, Paula Salas Ortiz, la primera mujer en nuestro grupo, y Roque Albuja Ponce. Todo esto es señal de que crecemos y caminamos.



Daniel López Garzón, SEHE

[1] Revista «Emprendedores». La Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador. Mayo-Junio, 2012. Edición impresa. Quito, Ecuador. pg 53.

jueves, 30 de agosto de 2012

Acto por el sesquicentenario de la Batalla de Guayaquil

Dos actos, uno en Guayaquil y otro en Quito, se organizaron para conmemorar el sesquicentenario de la Batalla de Guayaquil. La SEHE los ideó y organizó. En el acto efectuado en la ciudad de Guayaquil participaron, entre otros, André Santos Espinoza y Alexander Santana Chiriboga, miembros de la SEHE residentes en tal ciudad. Éste acto se llevó a cabo en el salón «Pedro Carbo» de la Biblioteca Municipal de Guayaquil el día 23 de septiembre de 2010. Ese mismo día el diario «El Universo» publicó en la sección «Arte y cultura» el siguiente artículo relacionado con el acto y la Batalla de Guayaquil.

Se recuerdan 150 años de Batalla de Guayaquil. [1]

Hoy se realizan actividades para conmemorar el sesquicentenario de la Batalla de Guayaquil, que aconteció en los alrededores de la ciudad y las pampas, donde es la Plaza la Victoria, y que evitó la desintegración del país, que tenía muchos problemas políticos. La cita se cumple, a partir de las 18:00, en el Salón Pedro Carbo de la Biblioteca Municipal, en 10 de Agosto entre Chile y Pedro Carbo.

En esta jornada gratuita se ofrecerán las conferencias: ‘Antecedentes de la Batalla de Guayaquil’, dirigida por el historiador Melvin Hoyos; ‘García Moreno y la reunificación del Ecuador’, por Magno Marriot; y ‘Revisión bibliográfica y hemerotética de la Batalla de Guayaquil’, a cargo de André Santos y Alexander Santana. Este programa es organizado por el Capítulo Guayaquil de la Academia Nacional de Historia, el Municipio y la Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador.

Del mismo modo, en el suplemento «larevista» del diario guayaquileño en cuestión se publicó un artículo titulado «Gabriel García Moreno: Una visión transformadora» el 10 de octubre de 2010. En éste Freddy Avilés, su autor, resume brevemente los antecedentes de la Batalla y sintetisa  el modelo garciano y los avances que consiguió el Dr. García Moreno en sus presidencias. Este artículo se publicó posteriormente al acto del 23 de septiembre y como consecuencia de éste.

Gabriel García Moreno

Una visión transformadora [2]

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Fue una de las figuras más polémicas en los albores de la república ecuatoriana y artífice de la Batalla de Guayaquil. Su obra es motivo de revisiones a cargo de historiadores de diferentes tendencias políticas.

Con motivo de celebrarse los 150 años de la Batalla de Guayaquil, combate librado entre las tropas comandadas por Gabriel García Moreno y Juan José Flores contra las tropas golpistas del general Guillermo Franco y que evitó la disolución del país, la Academia Nacional de Historia, capítulo Guayaquil, el Municipio de Guayaquil y la Sociedad de Estudios Históricos del Ecuador organizaron un ciclo de conferencias sobre tan importante acontecimiento histórico.

Antecedentes
¿Qué llevó al Ecuador a que estuviera a punto de caer al abismo? Debemos remontarnos años atrás, cuando nuestro país se convirtió en república luego de separarse de la Gran Colombia en 1830. El panorama era desolador; en la economía, el desangre de largos años de guerra había dejado graves secuelas.

El poder económico de los latifundistas serranos basado en una agricultura de rezagos feudales y una industria textil debilitada ante la competencia extranjera estaba en decadencia, a diferencia de una burguesía costeña que a pesar de la crisis mantenía una agricultura dinámica orientada a la exportación cacaotera, pero en el plano político esta situación no se traducía de igual forma.

Las élites de la Sierra mantenían el control del Estado gracias a su alianza con el militarismo extranjero encarnado en el general Juan José Flores, que se convertiría en el primer presidente del naciente Estado ecuatoriano, poder que lo mantendría férreamente controlado durante 15 años (1830-1845).

La pugna económico-política
Las diferencias en el plano económico se proyectaron al político provocando graves conflictos. Es importante mencionar el paréntesis reformista de Vicente Rocafuerte (1835-1839) que solo pudo darse cuando los sectores en pugna tuvieron que transar para evitar una posible disolución del territorio durante la guerra civil de 1834 y en la que el país tuvo dos gobiernos paralelos, uno en la Sierra con José Félix Valdiviezo y el de la Costa con Rocafuerte.

Para capear la crisis se da el pacto entre Rocafuerte y Flores, que permitió la pacificación del país con la derrota de las fuerzas de Valdiviezo en la batalla de Miñarica (1835) y la aceptación de Flores a dejar el poder en beneficio del líder guayaquileño.

El modelo floreano sería definitivamente derrotado con la Revolución Marcista de 1845, en la que sectores civilistas y de la burguesía costeña extirparon definitivamente al militarismo extranjero. Pero producto de este movimiento transformador en el que se intentó articular un proyecto político de carácter nacionalista surgen las raíces del militarismo criollo, encarnado en las figuras de los generales José María Urvina y Francisco Robles.

En el gobierno de Urvina (1851-1856) se intentó implementar un programa de reformas asentadas en algunas aspiraciones populares, especialmente con base en los esclavos manumitidos (1851); su sucesor, el general Robles, trataría de continuar con esa línea de gobierno, lo que llevaría a que los sectores conservadores aliados de los terratenientes les declararan una oposición encarnizada.

Oposición que sería dirigida por un Congreso beligerante encabezado por el legislador Gabriel García Moreno, que desconocería al gobierno nacional, ocurriendo un vacío de poder que llevaría al Perú a invadir el país y ocupar Guayaquil (1859).

Para complicar las cosas se erigen cuatro gobiernos distintos lo que aumentaría el caos: un gobierno provisorio en Quito encabezado por García Moreno, uno en Cuenca dirigido por Jerónimo Carrión, otro de tipo federal en Loja con Manuel Carrión y en Guayaquil se declara jefe supremo el general Guillermo Franco, quien no vaciló en firmar un tratado con Perú, el de Mapasingue (25 de enero de 1860), que fue desconocido por haberse firmado por un gobierno que no representaba a nadie.

Es de ese tratado del que se vale García Moreno para unificar en torno a su figura la resistencia nacional, lo que lo llevó a formar una alianza con Juan José Flores (una vez más alianza de las élites costeñas y serranas) para iniciar una campaña para recuperar Guayaquil de las tropas de Franco y hacer retirar las fuerzas invasoras peruanas.

Consecuencias
La campaña de Guayaquil fue un éxito del brillante desempeño militar de Flores y de la energía incansable de García Moreno, la derrota franquista allanó el camino para la instauración del gobierno unipersonal y despótico de García Moreno.

Personaje polémico
Una de las figuras que mayor controversia genera en la historia del país es la de Gabriel García Moreno. Su paso por la presidencia de la república, su autoritarismo, su forma de hacer política han generado siempre polémica, distorsionando al personaje.

Es que el mandatario estuvo marcado como esos personajes de tragedia griega, fluctuando entre el odio y la adulación que sobre él han vertido sus detractores y admiradores, apartando todo análisis objetivo.

Los conservadores lo han enaltecido hasta la exageración, convirtiéndolo en un ser alejado de lo que realmente fue, en un personaje irreal, incluso caricaturesco, tanto que ciertos fanáticos quisieron llevarlo a los altares a fines de la década del treinta en el siglo XX.

En cambio, sus enemigos ideológicos, los liberales, el odio que sentían sirvió para exagerar su lado despótico, olvidando su excelente obra material, y producto de ese odio se escribieron decenas de libros, ensayos que no encontraban nada positivo de sus gobiernos, describiéndolo como un personaje lleno de odio patológico. Desde Montalvo, pasando por Roberto Andrade, y hasta historiadores tan serios como Alfredo Pareja Diezcanseco se dejaron arrastrar por ese prejuicio. No menciono la biografía escrita por Benjamín Carrión porque es una obra excesivamente subjetiva y plagada de hechos no corroborados.

Asombrosamente la reivindicación de la obra garciana ha venido de las antípodas ideológicas, la izquierda ecuatoriana, y algunos de sus integrantes han realizado investigaciones serias y han visto al hombre con sus contradicciones pero destacando sus aspectos positivos, tal es el caso de Pedro Saad y Enrique Ayala Mora.

¿Quién fue García Moreno?
Nació en Guayaquil en 1821, hijo de Gabriel García Gómez y de Mercedes Moreno; doctor en derecho, profesor universitario, periodista, legislador, presidente en dos ocasiones (1860-1865) (1869-1875) y cuando iba a ejercer su tercer periodo murió asesinado en Quito el 6 de agosto de 1875. La influencia de su personalidad abarcó quince años de vida republicana.

Proyecto garciano
El garcianismo fue el primer intento de unificar y modernizar las estructuras políticas y económicas del Ecuador, sustentándose en cuatro ejes: prosperidad económica, moralización pública, calidad educativa y modernización del Estado.

Mejoramiento económico
Insertar al Ecuador en la nueva dinámica económica capitalista mundial, consolidando un modelo de carácter oligárquico, fue el camino a seguir; incrementó las exportaciones, mejorando la recaudación de impuestos, centralizando el movimiento económico y dedicando parte importante del presupuesto en obras viales y en la educación.

Obra pública
Durante sus administraciones emprendió la construcción de una de las más ambiciosas redes viales del siglo XIX, además de edificios y puentes.

Se destacó la construcción del ferrocarril que uniría la Costa con la Sierra, partiendo desde Yaguachi y logrando construir 44 km. Esta obra sería su mayor obsesión pues, adelantándose a Alfaro, veía al ferrocarril como el instrumento idóneo para unir las dos regiones e integrarlas en un solo eje económico.

Donde también dejaría una huella profunda fue en la educación. Hizo una reforma gigantesca en este campo. Trajo decenas de profesores europeos, especialmente alemanes, italianos y franceses, y fundó la Escuela Politécnica (1869), elevando la calidad de la universidad ecuatoriana.

Creó escuelas para artesanos y para indígenas. Apasionado por las ciencias astronómicas construyó el Observatorio Astronómico de Quito, además de fundar el Conservatorio Nacional, por lo cual contrató a profesores europeos para la enseñanza de las bellas artes.

Para continuar su plan educativo se apoyó en la Iglesia católica, que sería el sostén ideológico de todo su gobierno. Con ella firmó un Concordato en 1862 en el que se le permitía el monopolio del sistema de enseñanza y de la vida espiritual del Ecuador.

Reforma política
El sistema político que García Moreno aplicó en el país fue una especie de híbrido: la unión de sectores modernizantes de la burguesía y de los gamonales de la Sierra, con una base ideológica clerical. Para realizarlo se recurrió al autoritarismo y a la represión contra los opositores al régimen (aplastamiento de levantamientos armados en 1864 y 1865, brutal represión del levantamiento indígena de Fernando Daquilema en 1872).

Para esto era necesaria la construcción de un Estado fuerte y centralizado, por eso se dictó una Constitución a la medida del gobernante, la de 1869, llamada Carta Negra, que daba al Presidente de la República poderes casi omnímodos, como un periodo de cinco años, reelección indefinida, facultad de elegir a jueces de la Corte de Justicia, y como requisito para ser ciudadano practicar la religión católica.
Es de mencionar que por su autoritarismo despótico muchas veces consideró que las leyes eran insuficientes para poder gobernar el Estado, por lo que no vaciló en pasar por encima de ellas para imponer su proyecto político.

Aun pasado tanto tiempo de su muerte, García Moreno sigue generando muchas polémicas sobre su legado, por lo que es necesario volver a revisar su vida y sus actuaciones, un trabajo pendiente para la nueva generación de historiadores.

Política internacional
Si en el campo de la obra pública y el impulso revolucionario al sistema educativo fueron unos de los aciertos más importantes de las administraciones de García Moreno, uno de los puntos débiles fue su política internacional, llevada de manera errática y sin ningún tipo de planificación.

Entre lo más criticado de su gestión estuvieron las famosas cartas al embajador francés Trinite (diciembre de 1859), en las que solicitaba a Francia que nos convirtiera en un protectorado. Esta propuesta fue atacada por sus adversarios políticos incluso después de su muerte, por lo que lo consideraron un traidor al país, término algo exagerado, pues es de comentar en su descargo que lo hizo en momentos en que Ecuador se hallaba sumido en una grave crisis política y Guayaquil estaba bloqueada por la escuadra del Perú, y también hay que considerar su admiración por ese país. Además, las absurdas guerras contra Colombia (1862-1863) que llevaron al país a sendas derrotas, incluso en la primera contienda fue tomado prisionero por el líder conservador Julio Arboleda después de vencer a las tropas ecuatorianas en Tulcán.

Y por último su actitud tímida, por no decir blanda, frente a la invasión de México por parte de Francia, España e Inglaterra, que pondrían como monarca a Maximiliano, generando una condena unánime por parte de la mayoría de países del continente.

“Pero en 1860 adviene un milagro, encarnado en un hombre que ha sido combatido despiadadamente, que ha sido calumniado por los apasionados de la historia, y que nosotros, revolucionarios del siglo XX, venimos a reivindicar como uno de los grandes constructores de nuestra nacionalidad. Este hombre calumniado y combatido es García Moreno...”.
Pedro Saad

“García Moreno  fue uno de los grandes personajes de nuestra historia; un hombre con una visión de estado notable, con un proyecto nacional claro, con la obra pública quizá mayor de nuestra historia”.
Enrique Ayala Mora

“Usted se ha manifestado excesivamente violento, señor García... El acierto esta en la moderación, y fuera de ella no hay felicidad de ninguna clase... Que el poder no lo empeore señor; llame usted a la razón en su socorro...”.
Juan Montalvo

Fuente: Historia del Ecuador, Salvat
Historia del Ecuador, Óscar Efren Reyes
Historia del Ecuador, Alfredo Pareja Diezcanseco
Revista de Historia Procesos, Número 29,  Primer semestre del 2009
Ecuador y la Guerra, Pedro Saad (1943)
Ensayos de Interpretación de la Historia del Ecuador. Varios autores, Corporación Editora Nacional

No solamente los medios impresos guayaquileños reaccionaron positivamente tras el acto del día 23 de septiembre. Del mismo modo, en la ciudad de Quito el diario «El Comercio» hizo eco de la Batalla y del acto el 18 de octubre de 2010. Sin embargo, el autor del artículo, Arq. Benjamín Rosales Valenzuela, miembro de la ANHE, olvidó mencionar la participación y organización de la SEHE, adjudicándosela erradamente a la Academia Nacional de Historia.

Batalla de Guayaquil [3]

El 24 de septiembre pasado fue el sesquicentenario de la batalla en que las fuerzas del ejército restaurador de la República tomaron Guayaquil luego de derrotar a las tropas del General Guillermo Franco. Este militar había usurpado el poder y para mantenerse en el, había firmado con el General Castilla, Presidente del Perú, el infame Tratado de Mapasingue, documento por el cual le cedía al vecino del sur todo nuestro territorio amazónico.

Ciertamente que la crisis generada por el bloqueo de la armada peruana a Guayaquil y todos los puertos ecuatorianos desde comienzos de 1858 fue una de las más graves que nuestro país haya sufrido. Muchos historiadores consideran que Ecuador estuvo a punto de desaparecer, había cuatro gobiernos antagónicos en el país: Guayaquil, Quito, Cuenca y Loja. Los presidentes colombiano y peruano, Tomás Cipriano Mosquera y Ramón Castilla planearon dividirse nuestro territorio entre los dos países. Solo la acción decidida de Gabriel García Moreno, quien no dudo en aliarse con su anterior enemigo, pero experimentado militar, el ex Presidente Juan José Flores, para organizar el ejército que venciera a tropas franquistas apoyadas por la armada peruana, restableciendo la unidad. Fue una etapa siniestra de nuestra historia, el propio García Moreno había conspirado unos meses antes con Ramón Castilla para derrocar al gobierno liberal del General Robles, y solo después, cuando fueron evidentes las intenciones depredadoras del presidente peruano, se volcó contra Castilla. Luego de la Batalla de Guayaquil se reunificó el Ecuador y comenzó una etapa de tres lustros de gobiernos civiles, terminando el período de casi 40 años, desde 1822, de gobiernos dirigidos principalmente por militares. Esta prevalencia de generales en el mando político fue común en esa época, en las cinco naciones liberadas por los ejércitos bolivarianos. Una práctica errada que implantó el Libertador, al preferir a sus compañeros de armas como gobernantes de los territorios liberadas del reino español.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/columnistas/Batalla-Guayaquil_0_355764471.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Batalla de Guayaquil Tiempo de lectura: 2' 50'' No. de palabras: 456 Benjamín Rosales Valenzuela 00:00 Lunes 18/10/2010 El 24 de septiembre pasado fue el sesquicentenario de la batalla en que las fuerzas del ejército restaurador de la República tomaron Guayaquil luego de derrotar a las tropas del General Guillermo Franco. Este militar había usurpado el poder y para mantenerse en el, había firmado con el General Castilla, Presidente del Perú, el infame Tratado de Mapasingue, documento por el cual le cedía al vecino del sur todo nuestro territorio amazónico. Ciertamente que la crisis generada por el bloqueo de la armada peruana a Guayaquil y todos los puertos ecuatorianos desde comienzos de 1858 fue una de las más graves que nuestro país haya sufrido. Muchos historiadores consideran que Ecuador estuvo a punto de desaparecer, había cuatro gobiernos antagónicos en el país: Guayaquil, Quito, Cuenca y Loja. Los presidentes colombiano y peruano, Tomás Cipriano Mosquera y Ramón Castilla planearon dividirse nuestro territorio entre los dos países. Solo la acción decidida de Gabriel García Moreno, quien no dudo en aliarse con su anterior enemigo, pero experimentado militar, el ex Presidente Juan José Flores, para organizar el ejército que venciera a tropas franquistas apoyadas por la armada peruana, restableciendo la unidad. Fue una etapa siniestra de nuestra historia, el propio García Moreno había conspirado unos meses antes con Ramón Castilla para derrocar al gobierno liberal del General Robles, y solo después, cuando fueron evidentes las intenciones depredadoras del presidente peruano, se volcó contra Castilla. Luego de la Batalla de Guayaquil se reunificó el Ecuador y comenzó una etapa de tres lustros de gobiernos civiles, terminando el período de casi 40 años, desde 1822, de gobiernos dirigidos principalmente por militares. Esta prevalencia de generales en el mando político fue común en esa época, en las cinco naciones liberadas por los ejércitos bolivarianos. Una práctica errada que implantó el Libertador, al preferir a sus compañeros de armas como gobernantes de los territorios liberadas del reino español. A pesar de la importancia del evento histórico, los 150 años de la Batalla fueron poco recordados en Ecuador, la Academia Nacional de Historia realizó sendos actos en Quito y Guayaquil, y pocos diarios reseñaron la importancia de la fecha. La pasión política se traslada hasta a los hechos históricos, como García Moreno implantó el orden y la unidad nacional con mano dura, instituyó un sistema educativo exigente y dominado por la religión, sin duda cometiendo excesos que debemos juzgar considerando las circunstancias y prácticas de la época, muchos creen que no debemos celebrar los acontecimientos heroicos que el patriota conservador lideró. Sinrazones que en el siglo XXI debemos superar.

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Batalla de Guayaquil Tiempo de lectura: 2' 50'' No. de palabras: 456 Benjamín Rosales Valenzuela 00:00 Lunes 18/10/2010 El 24 de septiembre pasado fue el sesquicentenario de la batalla en que las fuerzas del ejército restaurador de la República tomaron Guayaquil luego de derrotar a las tropas del General Guillermo Franco. Este militar había usurpado el poder y para mantenerse en el, había firmado con el General Castilla, Presidente del Perú, el infame Tratado de Mapasingue, documento por el cual le cedía al vecino del sur todo nuestro territorio amazónico. Ciertamente que la crisis generada por el bloqueo de la armada peruana a Guayaquil y todos los puertos ecuatorianos desde comienzos de 1858 fue una de las más graves que nuestro país haya sufrido. Muchos historiadores consideran que Ecuador estuvo a punto de desaparecer, había cuatro gobiernos antagónicos en el país: Guayaquil, Quito, Cuenca y Loja. Los presidentes colombiano y peruano, Tomás Cipriano Mosquera y Ramón Castilla planearon dividirse nuestro territorio entre los dos países. Solo la acción decidida de Gabriel García Moreno, quien no dudo en aliarse con su anterior enemigo, pero experimentado militar, el ex Presidente Juan José Flores, para organizar el ejército que venciera a tropas franquistas apoyadas por la armada peruana, restableciendo la unidad. Fue una etapa siniestra de nuestra historia, el propio García Moreno había conspirado unos meses antes con Ramón Castilla para derrocar al gobierno liberal del General Robles, y solo después, cuando fueron evidentes las intenciones depredadoras del presidente peruano, se volcó contra Castilla. Luego de la Batalla de Guayaquil se reunificó el Ecuador y comenzó una etapa de tres lustros de gobiernos civiles, terminando el período de casi 40 años, desde 1822, de gobiernos dirigidos principalmente por militares. Esta prevalencia de generales en el mando político fue común en esa época, en las cinco naciones liberadas por los ejércitos bolivarianos. Una práctica errada que implantó el Libertador, al preferir a sus compañeros de armas como gobernantes de los territorios liberadas del reino español. A pesar de la importancia del evento histórico, los 150 años de la Batalla fueron poco recordados en Ecuador, la Academia Nacional de Historia realizó sendos actos en Quito y Guayaquil, y pocos diarios reseñaron la importancia de la fecha. La pasión política se traslada hasta a los hechos históricos, como García Moreno implantó el orden y la unidad nacional con mano dura, instituyó un sistema educativo exigente y dominado por la religión, sin duda cometiendo excesos que debemos juzgar considerando las circunstancias y prácticas de la época, muchos creen que no debemos celebrar los acontecimientos heroicos que el patriota conservador lideró. Sinrazones que en el siglo XXI debemos superar.

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El 24 de septiembre pasado fue el sesquicentenario de la batalla en que las fuerzas del ejército restaurador de la República tomaron Guayaquil luego de derrotar a las tropas del General Guillermo Franco. Este militar había usurpado el poder y para mantenerse en el, había firmado con el General Castilla, Presidente del Perú, el infame Tratado de Mapasingue, documento por el cual le cedía al vecino del sur todo nuestro territorio amazónico. Ciertamente que la crisis generada por el bloqueo de la armada peruana a Guayaquil y todos los puertos ecuatorianos desde comienzos de 1858 fue una de las más graves que nuestro país haya sufrido. Muchos historiadores consideran que Ecuador estuvo a punto de desaparecer, había cuatro gobiernos antagónicos en el país: Guayaquil, Quito, Cuenca y Loja. Los presidentes colombiano y peruano, Tomás Cipriano Mosquera y Ramón Castilla planearon dividirse nuestro territorio entre los dos países. Solo la acción decidida de Gabriel García Moreno, quien no dudo en aliarse con su anterior enemigo, pero experimentado militar, el ex Presidente Juan José Flores, para organizar el ejército que venciera a tropas franquistas apoyadas por la armada peruana, restableciendo la unidad. Fue una etapa siniestra de nuestra historia, el propio García Moreno había conspirado unos meses antes con Ramón Castilla para derrocar al gobierno liberal del General Robles, y solo después, cuando fueron evidentes las intenciones depredadoras del presidente peruano, se volcó contra Castilla. Luego de la Batalla de Guayaquil se reunificó el Ecuador y comenzó una etapa de tres lustros de gobiernos civiles, terminando el período de casi 40 años, desde 1822, de gobiernos dirigidos principalmente por militares. Esta prevalencia de generales en el mando político fue común en esa época, en las cinco naciones liberadas por los ejércitos bolivarianos. Una práctica errada que implantó el Libertador, al preferir a sus compañeros de armas como gobernantes de los territorios liberadas del reino español. A pesar de la importancia del evento histórico, los 150 años de la Batalla fueron poco recordados en Ecuador, la Academia Nacional de Historia realizó sendos actos en Quito y Guayaquil, y pocos diarios reseñaron la importancia de la fecha. La pasión política se traslada hasta a los hechos históricos, como García Moreno implantó el orden y la unidad nacional con mano dura, instituyó un sistema educativo exigente y dominado por la religión, sin duda cometiendo excesos que debemos juzgar considerando las circunstancias y prácticas de la época, muchos creen que no debemos celebrar los acontecimientos heroicos que el patriota conservador lideró. Sinrazones que en el siglo XXI debemos superar.

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Ciertamente que la crisis generada por el bloqueo de la armada peruana a Guayaquil y todos los puertos ecuatorianos desde comienzos de 1858 fue una de las más graves que nuestro país haya sufrido. Muchos historiadores consideran que Ecuador estuvo a punto de desaparecer, había cuatro gobiernos antagónicos en el país: Guayaquil, Quito, Cuenca y Loja. Los presidentes colombiano y peruano, Tomás Cipriano Mosquera y Ramón Castilla planearon dividirse nuestro territorio entre los dos países. Solo la acción decidida de Gabriel García Moreno, quien no dudo en aliarse con su anterior enemigo, pero experimentado militar, el ex Presidente Juan José Flores, para organizar el ejército que venciera a tropas franquistas apoyadas por la armada peruana, restableciendo la unidad. Fue una etapa siniestra de nuestra historia, el propio García Moreno había conspirado unos meses antes con Ramón Castilla para derrocar al gobierno liberal del General Robles, y solo después, cuando fueron evidentes las intenciones depredadoras del presidente peruano, se volcó contra Castilla. Luego de la Batalla de Guayaquil se reunificó el Ecuador y comenzó una etapa de tres lustros de gobiernos civiles, terminando el período de casi 40 años, desde 1822, de gobiernos dirigidos principalmente por militares. Esta prevalencia de generales en el mando político fue común en esa época, en las cinco naciones liberadas por los ejércitos bolivarianos. Una práctica errada que implantó el Libertador, al preferir a sus compañeros de armas como gobernantes de los territorios liberadas del reino español.

A pesar de la importancia del evento histórico, los 150 años de la Batalla fueron poco recordados en Ecuador, la Academia Nacional de Historia realizó sendos actos en Quito y Guayaquil, y pocos diarios reseñaron la importancia de la fecha. La pasión política se traslada hasta a los hechos históricos, como García Moreno implantó el orden y la unidad nacional con mano dura, instituyó un sistema educativo exigente y dominado por la religión, sin duda cometiendo excesos que debemos juzgar considerando las circunstancias y prácticas de la época, muchos creen que no debemos celebrar los acontecimientos heroicos que el patriota conservador lideró. Sinrazones que en el siglo XXI debemos superar.

Los actos por el sesquicentenario de la Batalla de Guayaquil (24 de septiembre de 1860) fueron los primeros organizados por la SEHE. Éstos se organizaron exitosamente tanto en Quito como en Guayaquil. Fueron, así, el punto de partida de nuestra sociedad que ha continuado proliferando desde entonces.

Ahmed Deidán de la Torre, SEHE

viernes, 4 de marzo de 2011

Batalla de Guayaquil, 24 de septiembre de 1860.


En los días anteriores a la Batalla, las tropas de García Moreno habían acampado en Guaranda. Al tiempo que los soldados se alejan de Guaranda, empiezan un difícil descenso hacia la Costa, que obliga a atravesar el río Cristal, entre paisajes selváticos y exuberantes.

Llega el ejército comandado por García Moreno y por el veterano ex presidente Juan José Flores a las cercanías de la población de Babahoyo, ocupada por las tropas de Franco. En este punto, se da un fuerte enfrentamiento armado, en el que el mismo General Guillermo Franco recibe dos heridas de lanza en su espalda, y salva su vida trepando rápidamente a una embarcación y huyendo hacia el sur, a Guayaquil, a través del río Babahoyo.

El encuentro termina con la toma de la plaza, por parte de las tropas de García Moreno, y con la captura de cincuenta prisioneros, tres cañones, fusiles y municiones.

Al día siguiente, un toque de corneta congrega a los soldados en la orilla izquierda del río para iniciar la marcha sobre Guayaquil. Se calcula que en aquel momento se movilizan alrededor de tres mil soldados en conjunto.

Para cruzar el río (que en aquella parte tiene doscientos metros de ancho), las tropas utilizan canoas, balandras y balsas en las que además deben introducir sus cañones y caballos. Se movilizan hacia el occidente y llegan al río Daule (con cien metros de ancho), y también lo cruzan. En este lugar reciben la adhesión de cerca de ochocientos soldados manabitas, que han llegado para luchar contra los franquistas.

Era conocido por parte de las tropas que se dirigían a Guayaquil, que varios meses antes, el 25 de enero de 1860, Guillermo Franco había negociado y firmado con el gobierno del presidente peruano Castilla, el Tratado de Mapasingue (también llamado Tratado Franco-Castilla), mediante el cual se reconocían como peruanos algunos territorios amazónicos en disputa entre el Ecuador y Perú, a cambio del reconocimiento de Franco como Presidente del Ecuador y el aprovisionamiento a éste con armas, municiones, uniformes, hombres y dinero.

Pero al encontrarse en las orillas del río Daule, llega a conocerse por las tropas de García Moreno, que el Gral. Franco, en su afán de obtener más ayuda del gobierno de Castilla, habría declarado a Guayaquil como parte integrante del Perú.

El ejército comandado por García Moreno continúa descendiendo por el margen derecho del río Daule. Por fin, divisan a lo lejos las tres colinas emblemáticas de Guayaquil: Santa Ana, La Tarasana y la Planchada.

Las condiciones del asalto a la ciudad son extremadamente difíciles, Franco ha fortificado la ciudad con la ayuda del gobierno peruano, y tiene a su disposición, sobre los tres cerros antedichos, más de 24 cañones y alrededor de mil hombres armados con modernos fusiles, que esperan la llegada de las tropas de Flores y García Moreno por el norte. Las armas de Guillermo Franco apuntan hacia la pampa denominada Mapasingue, donde se encuentra el ejército comandado por García Moreno.
En el ancho río Guayas, se encuentran dos poderosos vapores de guerra peruanos, el Túmbes y el Martin Guisse, provistos de cañones y fusiles, con la bandera blanca y roja ondeando en sus mástiles.

Las tropas del gobierno quiteño deciden entonces hacer una maniobra de distracción: Durante el día, todos los batallones hicieron un simulacro de asalto a las alturas de los cerros, para hacer que las posiciones del ejército franquista se mantengan sobre el norte. Pero al llegar la noche, quedaron allí únicamente el Primer regimiento de Lanceros y una Compañía del Batallón Manabí con tres cañones. Los demás emprendieron marcha hacia el occidente primero, y luego hacia el sur, trasladando dos cañones, armamento, bastimentos, barriles de agua dulce y varias canoas arrastradas por caballos.

Al amanecer, se encontraban al oeste de la ciudad, en aquel río de agua marina llamado Estero Salado, en un sitio denominado Puerto Liza, y es aquí donde empieza lo más asombroso de la campaña militar.

Se colocaron los dos cañones en las orillas del Estero Salado, apuntando hacia el lugar por donde eventualmente aparecerían los franquistas al darse cuenta de la maniobra.

El testigo presencial, Dr. Julio Castro, relataría el episodio tiempo después afirmando que García Moreno tomó la delantera, dio los primeros pasos y se hundió hasta los tobillos. Se acercó a un árbol de mangle y le dio un cariñoso beso, diciendo a la tropa: “He dado un beso a un mangle, porque nuestro paso a través de esta selva enmarañada, constituye una prenda de victoria”.

Se lanzaron las tropas a seguir a García Moreno, introduciéndose cada vez más en el fango del Estero. Cada uno llevaba al hombro un pesado y obsoleto fusil, y en la cintura una canana.

Algunos soldados prefieren caminar en aquellas partes del lodazal donde no crecen mangles; otros optan por caminar sobre los tallos y raíces. Muchas veces pierden el equilibrio y caen en el fango, quedando todo su cuerpo enlodado.

Pero lo más increíble del traslado resulta la movilización de los dos pesados cañones. Alrededor de veinte soldados transportaban, diez por delante y diez por detrás, cada cañón, que además estaba amarrado a esforzados caballos, y contaba con un soporte en su parte media. García Moreno, personalmente ayudaba con el transporte de la pesada carga y examinaba la regularidad del terreno que se debía cruzar. En varias oportunidades, la carga se les fue de las manos, hundiéndose en el lodazal, y se vieron forzados a extraerla con indescriptible energía.

Al salir de la marisma y llegar al río de agua salada, habían empleado más de tres horas en 40 metros de camino. En aquel punto, tomaron un breve descanso. Nuevamente, García Moreno lidera el cruce lanzándose al agua para guiar a las tropas.

Cuando llegan a la orilla opuesta, se aprestaban a cruzar otro tramo de pantano, cuando resonó el estampido de un cañonazo desde Guayaquil. Imaginemos el susto de las tropas que temían ser atacadas en un terreno donde difícilmente podían dar un paso al frente sin caerse.

Los Franquistas se habían dado cuenta de la ausencia del grueso del ejército quiteño por el norte, y mandaron hombres a inspeccionar por los alrededores de la ciudad.

Momentos después de haber escuchado el cañonazo, contemplaron a doscientos soldados franquistas, que dispararon sus fusiles contra los soldados que se encontraban en el manglar.

Flores recurrió a un atinado ardid, ordenando que todas las cornetas diesen señal de ataque, haciendo que los franquistas huyan aterrados ante el gran número de soldados que se encontraban en el manglar; lanzaron otra descarga sin causar bajas y regresaron a Guayaquil para traer consigo un contingente bélico mucho mayor.

Mientras tanto, las tropas de García Moreno pudieron terminar su travesía por el Estero Salado. Con gran emoción observaron a Guayaquil hacia el norte. Eran las cinco de la tarde del 23 de septiembre de 1860 y García Moreno, pedía la intercesión de la Virgen de la Merced, con las siguientes palabras: “¡Virgen Santísima de la Merced!, estamos en la víspera de tu fiesta, concédenos el triunfo definitivo: yo, en señal de gratitud te proclamaré oficialmente la Patrona y Protectora del Ecuador”.

El grueso del ejército que defendía al triunvirato en Quito empezó a formar columnas de ataque. Iban a pie, incluso los de caballería, ya que los caballos no habían podido ser trasladados hasta este punto. Los de infantería tenían anticuados fusiles, que requerían una ceba de pólvora encendida, mientras los franquistas utilizaban modernos fusiles de asalto donados por el gobierno del Perú.

Hacia las once de la noche se aproximaron a las afueras de la ciudad, y en ese momento la campaña presentaba una sola alternativa: la victoria; ya que en caso de sufrir una derrota estaban impedidos de huir por el cerco natural del Estero Salado; aquella situación significaría su muerte.

Se encendió la batalla.

Los franquistas eran inferiores en número, pero tenían el enorme apoyo de los vapores de guerra peruanos Túmbes y Guisse, que abrieron fuego y no cesaban de cañonear a las tropas de García Moreno, causando gran número de bajas.

García Moreno dirigía al grupo de los lanceros blandiendo su propia lanza. Poco a poco los franquistas perdían sus posiciones, ante el avance de las tropas llegadas desde Quito.

Después de dos horas de lucha, el ejército unificador logró ocupar el Cuartel de Artillería y el parque de guerra. Hubo tres horas de tregua, que los franquistas aprovecharon para huir hacia los cerros Santa Ana, La Tarasana y La Planchada. La mayoría de cañones de Franco habían sido volteados apuntando hacia Guayaquil, mientras unos pocos continuaban apuntando hacia Mapasingue, donde los batallones dejados por García Moreno seguían atacando.

Ya son las cuatro de la mañana del 24 de septiembre de 1860, día de la Señora de las Mercedes.

Los soldados de García Moreno se dirigen a la lucha en las colinas fortificadas. Vuelven a escuchar el estremecedor estruendo de las baterías y fusiles de los vapores peruanos. Varios soldados caen heridos por los proyectiles y granadas, pero los demás siguen avanzando y empiezan a trepar por las colinas. Saben que no pueden desperdiciar sus cartuchos disparándolos contra los vapores de guerra peruanos porque solo cuentan con fusiles anticuados de poco alcance. Los peruanos están peleando como si Guayaquil fuera parte integrante de su país.

Se desata la batalla en las alturas. Las tropas unificadoras han capturado un cañón del enemigo. Los tres cerros de Guayaquil parecen volcanes erupcionando por la cantidad de descargas y explosiones en medio de la oscuridad de la madrugada.

Al rayar el alba, la victoria sigue sin decidirse. Las tropas de García Moreno empiezan a sentir impaciencia y descontento. En esos momentos la lucha es mayoritariamente cuerpo a cuerpo, utilizando bayonetas, y con disparos a quemarropa. Caminando a gatas o reptando. Varios soldados del gobierno de Quito logran tomar por sorpresa a los artilleros y fusileros de Franco, y aunque la gran mayoría caen bañados en sangre, provocan más bajas en el ejército franquista.

Con los primeros rayos de sol de esa mañana, se decide la victoria a favor del ejército de Flores y García Moreno; los soldados gritan ¡Triunfo, Victoria!

Abajo, en la orilla derecha del manso río Guayas, Franco se da cuenta de la completa derrota de sus tropas. Herido y vencido, aborda un esquife junto a sus principales oficiales, y navega por el río en dirección del buque de guerra Túmbes; sube por la escalerilla y casi inmediatamente la nave empieza a deslizarse con rumbo al Callao.

Poco después, el Jefe Supremo Don Gabriel García Moreno se dirige a la calle del Malecón, y entra en casa de su anciana madre. Se arrodilló. Le pidió la bendición. Le abrazó. La besó en la frente, diciéndole: “En el día onomástico de Usted hemos conseguido la victoria, que sin duda es obra de la Virgen de las Mercedes”. Su madre lloró de gozo.

Inmediatamente, se retiró la bandera peruana de la Gobernación y del resto de edificios públicos, izándose en su lugar el tricolor amarillo, azul y rojo.

Poco después del regreso de García Moreno a Quito, la Convención Nacional “...considerando que el triunfo de la Causa Nacional ha sido efecto visible de la protección divina, mediante la intercesión de Nuestra Señora de las Mercedes; decreta:

Artículo 1º Se reconoce a la Virgen Santísima en su advocación de Mercedes como Patrona y Protectora especial de la República.

Artículo 2º Se declara cívica la fiesta de la enunciada advocación; y el veinticuatro de septiembre será celebrado con asistencia de primera clase”.

El nuevo gobierno del Ecuador, desconoció el Tratado firmado entre Castilla y Franco, el Tratado de Mapasingue; poco después, en 1863, el gobierno peruano del general Miguel de San Román hizo lo mismo sobre la base de que el tratado era simplemente una "exposición ajustada por el jefe de un partido político".

Fuentes:
Dr. Wilfrido Loor; La Batalla de Guayaquil
Severo Gomezjurado; 14 machetazos y 6 balazos.
Efrén Avilés Pino; Melvin Hoyos: Historia de Guayaquil
Parte de Guerra del Gral. Antonio Martínez Pallares

Santiago Salas, SEHE